
El Banco Central vendió u$s45,5 millones para contener al dólar mayorista
En la segunda rueda de la semana, el dólar oficial cerró este martes con una suba de veinte pesos, a $1.515, en la pizarra del Banco Nación. En el segmento mayorista, la divisa subió 1% a $1.490. De esta manera, el tipo de cambio mayorista quedó a solo 0,1% del techo de la banda, que se ubicó a $1.491,1.
En este escenario, el Banco Central debió vender nuevamente divisas para contener al tipo de cambio mayorista por primera vez en un mes: según informó oficialmente, se desprendió de u$s45 millones y las reservas quedaron en u$s40.539 millones.
En el mercado especulan que este martes hubo intervención del Tesoro norteamericano. «Ofertas de venta por debajo del límite superior de la banda sugieren la presencia del Tesoro USA en el mercado», sostuvo el analista Gustavo Quintana.
Por su parte, desde Guardian Capital señalaron que cuando el dólar mayorista tocó los $1.489, «el BCRA salió a mostrar los dientes, parándose en $1.490».
«La rueda volvió a mostrar una marcada presión compradora, con demanda sostenida de cobertura y escasa oferta genuina, en un contexto de elevada tensión preelectoral», señalaron desde ABC Mercado de Cambios.

«Se estima un volumen vendido en no menos de u$s300 millones, puesto que el monto total negociado ascendió a u$s718 millones», concluyeron.
En cuanto a los dólares financieros, el contado con liquidación subió a $1613 (+2,8%), y el MEP trepó a $1590 (+2,4%). Por último, en el segmento informal, el blue tuvo un incremento de $35, a $1545.
Crece la dolarización en la previa a las elecciones del domingo
La semana continúa con un clima de mercado donde la volatilidad ya no es un evento, sino el telón de fondo cotidiano. En la plaza local, los movimientos de precios en activos y el pulso cambiario-monetario se encadenan a un dato político-financiero que marcó la agenda reciente: el encuentro en Washington entre Javier Milei y Donald Trump. El marco que parecía prometer definiciones terminó consolidando dudas. El resultado no fue un cierre, sino un compendio de señales que el mercado leyó con prudencia: anuncios sin hoja de ruta concluyente, expectativas condicionadas y un tipo de cambio que, lejos de estabilizarse por fundamentos, depende de intervenciones para sostener su paridad.
Analistas señalaron que el paquete de asistencia que se discute incluye un swap por u$s20.000 millones no exigiría cancelar el swap con China. Ese punto, por sí mismo, ampliaría el poder de fuego del BCRA para intervenir en el mercado de cambios, hoy estimado en torno a u$s15.000 millones. A la vez, remarcaron que se negocia un préstamo mediado por fondos y bancos internacionales que podría sumar otros u$s20.000 millones. Son cifras relevantes por magnitud y por timing: la previa electoral exacerba la dolarización de portafolios y todo refuerzo de oferta luce, en teoría, valioso para amortiguar tensiones.
Sin embargo, el giro político que siguió al viaje opacó el entusiasmo. Expertos subrayaron que la condicionalidad electoral instalada por Trump —que supedita la ayuda a una victoria del oficialismo, sin precisar si la referencia apunta a legislativas o a presidenciales futuras— se interpretó con pesimismo. Por un lado, porque las legislativas, por diseño, no definen una «victoria» nítida; por otro, porque los ruidos en la provincia de Buenos Aires y movimientos recientes en candidaturas agregaron capas de incertidumbre a la lectura de gobernabilidad post-octubre.
Intervenciones crecientes, respuesta decreciente: cuando la señal deja de anclar
Desde la consultora económica Ecolatina explicaron que, aun con ventas de divisas del Tesoro estadounidense -tanto en el MULC como en mercados financieros-, el dólar profundizó su tendencia alcista. El episodio reciente mostró subas adicionales y una aproximación al techo de la banda cambiaria, evidencia de que la dolarización de carteras típica de la previa electoral pesa más que la oferta puntual. La intervención, por sí sola, no alcanzó para torcer un flujo defensivo que ya estaba en marcha.
Los expertos remarcaron un matiz relevante: lo «positivo» del apoyo es que no implica nuevo endeudamiento externo y ofrece un puente de corto plazo. En una cronología donde cada día hasta la fecha electoral cuenta, ese puente compra tiempo; y comprar tiempo, añadieron, equivale a perder menos dólares. No obstante, advirtieron que el Tesoro doméstico ya agotó su poder de fuego, por lo que el rol del BCRA en el techo de la banda vuelve a escena como pieza ineludible del andamiaje.
Por su parte, el economista Jorge Gabriel Barreto complementó -desde su cuenta de la red social X- el diagnóstico desde la óptica de expectativas. El economista señaló que el mercado internalizó el patrón: compra de pesos, ventas de dólares o declaraciones no alteran los fundamentos del esquema y, por ende, la credibilidad de la señal cae. Cada nueva intervención confirma la anterior y reduce el efecto marginal. En esa lógica, la curva de impacto se aplana: más esfuerzo oficial para un resultado cada vez más efímero.
Para el especialista, hay una paradoja: se interviene para proyectar fortaleza, pero el mensaje que recibe la plaza es el opuesto. Si el tipo de cambio sólo se sostiene mediante asistencia permanente —deuda, swaps o reservas—, el régimen revela dependencia. Esa lectura erosiona la capacidad de la señal para anclar expectativas y aumenta la exigencia de capital político y técnico para sostener el dispositivo sin costos crecientes.
Pesos más caros: liquidez en compresión y costos de anclar
La contención cambiaria tuvo consecuencias directas en la microdinámica de pesos. Desde Ecolatina enfatizaron que la absorción monetaria combinada —BCRA vía futuros y dólar linked en secundario; Tesoro vía ventas de divisas y dólar linked en primario— tensó la liquidez del sistema. Con menos pesos circulando, los bancos debieron acudir al mercado interbancario para cumplir con encajes diarios, empujando la tasa de préstamos de muy corto plazo por encima de 150% TNA durante la semana.
Los analistas de la consultora describieron un circuito clásico en contextos de defensa cambiaria: la suba de tasas pretende hacer más caro el peso y desalentar la cobertura en dólares, pero encarece el crédito y enfría la actividad. A esto se suman cambios en políticas de encajes que elevan costos operativos, reforzando el sesgo contractivo sobre la liquidez. El resultado es un equilibrio frágil: el precio del dinero sube para contener el tipo de cambio, mientras se achican los márgenes financieros para la economía real.
Ecolatina advirtió que, pese al apoyo externo, persisten las expectativas de devaluación. La pregunta de fondo —qué ocurrirá con el esquema de bandas después de la elección— permanece abierta. Ningún funcionario puede anticipar cambios sin desanclar expectativas; por lo tanto, la comunicación oficial inevitablemente navega entre sostener el régimen y evitar señales que aceleren coberturas, una tensión que se traslada a precios y a tasas.
En ese intersticio, Barreto reforzó el punto: si la señal de intervención pierde potencia y el mercado ajusta su escepticismo, la tasa «de equilibrio» en pesos se vuelve difícil de identificar. Entre liquidez comprimida y requerimientos más exigentes, el costo de anclar expectativas crece, mientras el rédito en términos de estabilidad cambiaria se hace cada vez más transitorio.
Bandas en cuestión: entre el diseño teórico y la práctica de un tipo de cambio administrado
Para Ecolatina, el debate no se agota en la coyuntura electoral. Mirando más allá, el Gobierno necesita reconstruir gobernabilidad, fortalecer el sendero fiscal y robustecer reservas para converger hacia un esquema cambiario-monetario compatible con la actividad. Si se alcanzan esas condiciones, el apoyo externo dejaría de percibirse como rescate y pasaría a operar como aliado estratégico del programa, modificando el signo de las intervenciones de coyuntura.
Barreto profundizó en la arquitectura del régimen. El especialista sostuvo que, en los hechos, el esquema de bandas está desvirtuado: un sistema de ese tipo requiere que el tipo de cambio flote libremente dentro del corredor y que la autoridad monetaria intervenga sólo en los extremos. Lo observado hoy —intervención permanente dentro de la banda— vacía de contenido la lógica del instrumento y lo transforma en un tipo de cambio administrado discrecionalmente.
El economista señaló que esta práctica envía una señal de debilidad, no de fortaleza. Si el régimen necesita apoyo constante —vía swaps, deuda o venta de reservas— para sostener la paridad, la credibilidad del marco se erosiona. Esa erosión explica por qué el «efecto Bessent» se diluye: no es un problema de intensidad operativa, sino de coherencia de régimen frente a expectativas que ya descuentan su naturaleza transitoria.
En suma, ambos enfoques convergen en el mismo diagnóstico operativo: la estabilización no puede descansar en intervenciones recurrentes. Sin un anclaje político-fiscal y una arquitectura cambiaria consistente, la señal pierde tracción, las tasas suben para compensar y la economía convive con volatilidad alta y ventanas de calma cada vez más cortas.
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Fuente: iProfesional.